Un poquito de sur

No os digo nada nuevo si os digo que soy del norte. Muy del norte. Soy del norte y adoro el orbayu, me encanta estar la playa con 22 grados y que haya brisina, disfruto con los días de lluvia, adoro poder estar en la playa por la mañana y en alta montaña por la tarde y estoy enamorada del verde. Me atrevo a decir que me costaría mucho, muchísimo vivir en otro lugar. ¿Me acostumbraría? Por supuesto, pero me costaría. Mucho. Me faltaría mucho.

Yo soy del norte pero con sangre del norte y del sur, de un pueblito bueno de Extremadura casi casi llegando a Sevilla. De pequeña odiaba cuando los amigos de mi padre me llamaban a gritos «extremeña» y repetía una y otra vez que yo era asturiana. 50% me respondían ellos. Y yo me enfadaba aún más. Y así una y otra vez.

Del pueblito bueno no entendía que en las fiestas se vistieran de faralaes y bailaran sevillanas. De los rebujitos aún no conocía su existencia. Llegaba de nuevo a Asturias, veía en la colección de sellos con trajes regionales de mi padre el traje regional de Extremadura y volvía a preguntar: «¿por qué se ponen el de Andalucía?» Años después entendería eso de que el pueblito bueno está cerquita, cerquita de Andalucía, que en 1 hora estábamos en la Giralda y que mi pueblo (el de mi padre vamos, pero es que yo tengo una capacidad abismal de apropiarme de pueblos) pese a estar en Extremadura, era un pueblo muy andaluz.

A tener un padre extremeño de un pueblito con vida andaluza le sumas que yo cuando hablo en ocasiones (por no decir en todas) ceceo…apaga y vámonos. Los amigos de mi marido creían (y creo que lo siguen creyendo) que yo también era de allí… ellos y más gente. Y llegó un momento en que a mi ya no me molestaba.

Y me hice mayor, y descubrí que a mi el sur me iba. Entendí que tengo que ir todos los años (o casi) aunque luego quiera volverme corriendo…pero tengo que ir. Descubrí las playas de Cádiz y soñé (y sueño) con mi segunda residencia allí, descubrí que el calor es mucho más soportable con amigos y cervezas, descubrí que Sevilla era la mejor ciudad para comprarme mis zapatos de novia, descubrí que la Giralda es mucho más bonita si tengo a mi marido a mi lado. Descubrí todo eso y más. Descubrí que una puede aprenderse todos los cds de sevillana habidos y por haber en dos días, descubrí que una puede echarle cara y subirse con su amiga a un tablao improvisado sobre unos palés y bailar sevillanas hasta que salga el sol, descubrí que hay sevillanas que me hacen derramar lágrimas con el primer acorde. Descubrí que los campos amarillos tienen su puntito, descubrí rincones bonitos, descubrí que la calle más bonita del mundo para mi es una con todas las casas con las paredes encaladas, descubrí que el fin del mundo está en Las Hurdes, que perderse por Extremadura mola…

Descubrí que cuánto más mayor, más puntito del sur me va saliendo.

Un puntito de sur medio extremeño-medio andaluz.

Aprendí a decir «si no dices jacho, jigo y jiguera no eres de mi tierra», aprendí a llamar a todo el mundo «chacho», aprendí a sentarme sin escarrancharme y a lavar la ropa con un buen detergente para que no quede percudia. Compartí buches de Coca-Cola con mis primas y pedía una mijina más cuando la comida me gustaba.  Y luego vino mi prima a Asturias y aprendió a pedir «huevu fritu con patates».

Ahora mato por los estampados de lunares y aunque nunca pasearía en calesa por Asturias, me sentí la Duquesa de Alba y su amiga cuando mi primo nos paseó por todo el recinto ferial. Ahora, de vez en cuando, escucho hasta flamenquito y he decidido que si la vida me da un zapatazo, yo me arranco con un taconeo.

Y cuando Cruzcampo sacó aquel anuncio de «todos necesitamos….» yo lo califiqué como el anuncio de mi vida. Porque si, todos necesitamos un poco de sur para poder ver el norte. Yo necesito un poco de sur en mi norte, y un poco de norte en mi sur.

Y, ¿esto por qué lo cuento? Porque desde mi norte descubrí una tienda online muy del sur que hizo que mi puntito del sur volviera a salir…. ¿Cuál es? Mañana os lo cuento.

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